Flores del mal
(2010, Francia) puede ser vista como una historia de auto exilio en
época de redes sociales. Anahita (Alice Belaïdi) es una joven de 20 años
iraní. Se hospeda en un elegante hotel parisino en el que conoce a
Gecko (Rachid Youcef), un joven que practica parkour y que trabaja de
botones.
El director de la cinta, el húngaro David Dusa,
propone un costado amoroso a su narración. Entre Anahita y Gecko surge
una historia de amor previsible, con sus peleas, idas y vueltas, cenas
con vino, bailes con música iraní y algunos momentos intelectuales poco
originales e irritantes. Sin embargo Dusa equilibra su obra incluyendo dos elementos de distinta naturaleza que levantan a la película cada vez que está a punto de caer.
Es interesante la condición de acróbata
de su protagonista. La forma en que maneja su cuerpo el actor/personaje,
desplazándose por París girando sobre sí mismo, bailando una especie
hip hop electrónico mientras realiza actividades tan cotidianas como
vestirse o bajar una escalera, aporta un particular humor y sorpresa
para el espectador. Permite un registro ágil con cierta estética MTV.
Este lado cool de la película está reforzado por la presencia permanente de un lenguaje de red social.
Twitter, Facebook y Youtube son los medios más comunes de comunicación
y de contacto con el mundo para estos personajes y están completamente
integrados al retrato que realiza Dusa. Prácticamente el uso y sus
efectos en cada uno de ellos, los define. Como si marcara el tempo de la
historia, cada 15 minutos sobre la imagen aparecen símbolos y tiwtts. A
medida que avanza la película, Dusa muestra cómo cada uno de sus personajes recibe las noticias de violencia política en Irán.
Los videos se cuelgan en youtube permanentemente y las muertes en vivo
son corrientes. Tanto Anahita como Gecko seguirán los sucesos
“históricos” desde sus computadoras o desde sus teléfonos celulares.
Este punto de la cinta es el más valeroso. Deja planteada una reflexión muy válida, acerca de cómo tomamos esta información
que cada vez nos es más accesible. Ya no hace falta leer sobre la
violencia, se puede ver en vivo una y otra vez, se puede compartir, se
puede comentar, ¿pero esto alcanza para qué? ¿Influye la rápidez en que
se divulga, la brutalidad de las imágenes, para detener la violencia?
¿Nos moviliza da alguna manera?
A medida que la relación entre
los jóvenes se profundiza, el autor va dejando espacio para que la
política participe en la historia. Anahita, joven de la
burguesía iraní, llegó a París para escapar de los disturbios.
Estudiante de una universidad privada, sus amigos encabezan
manifestaciones y se enfrentan a la policía. La posibilidad de que
alguno muera o sea secuestratrado y torturado es muy probable. Así es
que Dusa se adentra en una problemática interesante, intenta
mostrar cómo la juventud más conectada con la información puede y quiere
enfrentarse a la represión política en la actualidad.
En el caso de Anahita el auto exilio
cada vez la asfixia más, sobretodo desde que deja de recibir mensajes de
sus amigos y los videos que descarga son cada vez más sanguinarios.
Lejos de cualquier postura romántica revolucionaria, la sensación de
cobardía aumenta en la protagonista hacia el final del film, y es en ese
momento en que el director intercala unos emocionantes videos iraníes,
con imágenes y rezos tan bellos como desesperantes, por el ejemplo
el que registró un celular tembloroso que enfoca terrazas apenas
iluminadas, con decenas de personas llamando a Alá en medio de la noche.
Si bien Flores del mal no es una película perfecta ni mucho menos, el
tratamiento hábil que hace Dusa de la violencia y los medios, de la
violencia y los jóvenes, de la violencia y cómo enfrentarla, la
convierte en una experiencia interesante de atravesar. Ver cómo
la protagonista compra libros en París mientras en Irán mueren sus
compañeros, no está tan lejos de preguntarnos cómo nos afecta a nosotros
descargar el asesinato de una mujer de 22 años en Afganistán por una
supuesta infidelidad, por citar un caso reciente.
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